jueves, 26 de abril de 2012

LA PRESA DE JUAN DE VILLANUEVA EN LA GINEBROSA (TERUEL): EL FRACASO DE UN GRAN PROYECTO HIDRÁULICO DEL SIGLO XVIII


Una obra de la realeza proyectada por el mejor arquitecto de la época

En la cola del actual Pantano de Calanda, a unos dos kilómetros aguas abajo de la confluencia del río Bergantes con el Guadalope, se conservan los restos de una gran obra hidráulica de finales del siglo XVIII que fue diseñada por el arquitecto Juan de Villanueva, considerado como el mejor representante español de la arquitectura neoclásica y autor de edificios y obras tan conocidas como el Museo del Prado, el Palacio del Pardo, la reconstrucción de la Plaza Mayor o los Jardines del Retiro de Madrid, entre muchas otras.

Retrato del arquitecto real Juan de Villanueva por Francisco de Goya

La obra, ubicada sobre el cauce del río Guadalope, en el término municipal de La Ginebrosa junto al límite con el de Calanda, corresponde por sus dimensiones, su capacidad de embalse y su nivel de elevación de aguas a una auténtica presa (la primera documentada en el Bajo Aragón) y fue ideada para la puesta en marcha de un ambicioso plan de regadíos que beneficiaría sobre todo a la villa de Calanda. En la actualidad, y tras la construcción del Pantano de esa localidad, esta magnífica obra permanece sumergida habitualmente y solo es claramente visible cuando el nivel de embalse se encuentra, como ocurre en estos momentos, muy bajo.

Vista general de la presa con sus estribos conservados en ambas orillas del río Guadalope.


El promotor y el objetivo de un gran proyecto de regadíos

La presa fue una obra realizada por encargo del infante D. Antonio Pascual, hijo de Carlos III y hermano de Carlos IV, a quien la realeza Borbónica concedió en 1771, entre otras posesiones, las encomiendas Mayores de Calatrava (con sede en Alcañiz) y de Alcántara. En el caso del Bajo Aragón el Infante D. Antonio Pascual dejó muestras de su señorío y de sus “donaciones” en localidades como La Fresneda, Mas del Labrador, Ráfales o Calanda (Vidiella 1997, 244). 

Estudio preparatorio del Infante D. Antonio Pascual para el famoso cuadro de la familia de Carlos IV de Goya. 

Inicialmente, los cuantiosos gastos generados por las obras y la puesta en marcha de este gran plan de regadíos serían adelantados por el propio Infante D. Antonio Pascual, a través de las rentas de la Encomienda de Calatrava, habiendo previsto su recuperación posterior mediante la imposición a los regantes de un canon adicional sobre la cosecha anual (Ponz 1788, 216). La obra suponía una gran ampliación de los riegos de Calanda tal y como refiere en esa misma época el escritor Antonio Ponz en su conocida obra “Viage por España”: “Si se perfecciona el gran proyecto de la acequia de riego que piensan sacar del rio Guadalope, podrá crecer Calanda, y llegar a ser igual a una Ciudad, pues en tal caso regaría siete mil fanegas de tierra. El señor Infante envió al Arquitecto D. Juan de Villanueva para reconocer el terreno y formar su plan. El riego actual es de 900 por una parte, y por otra de 700 con aguas del dicho rio, y del que baxa de Alcorisa” (Ponz 1778, 214). Es decir, con el nuevo proyecto de regadíos Calanda pasaría a multiplicar por cuatro su superficie regable.

Vista  general de la antigua huerta de Calanda 


Diez años de obras inacabadas

La documentación que conocemos indica que las obras se contrataron en mayo de 1783  centrándose sobre todo al principio en la construcción de la presa que fue considerada como “obra principal”. Sin embargo, después de cinco años de intenso trabajo y cuando la obra de la presa estaba a punto de finalizar ocurrió un inesperado suceso que, de nuevo, aparece perfectamente reflejado en la obra del viajero Antonio Ponz: “En Mayo del presente año de 1788, se está prosiguiendo con toda actividad la nueva acequia de riego, y se hallaría muy adelantada, a no haber sido por el infortunio ocurrido en el mes de Octubre del anterior; pues al tiempo que solo faltaban cinco varas para cerrar la magnífica presa de cantería que ya estaba hecha de 57 palmos de elevación, y de 125 varas de extensión, fue tal el incremento de agua que tomó el Guadalope, que desmoronando por la arte abierta, se llevó 102 varas, quedando solamente los apoyos colaterales. Se tienen ya prevenidos la mayor parte de la piedra, y materiales para volverla a reedificar” (Ponz 1788, 215).

Aspecto actual del estribo de la presa que se conserva en la margen izquierda del río, con el paramento escalonado aguas abajo


Se conserva diversa documentación en el Archivo de Protocolos Históricos de Alcañiz (APHA, 1887; Hereza y otros 2000, 497) a través de la cual se confirma que, a pesar de este gravísimo contratiempo, las obras continuaron todavía durante varios años centrándose especialmente en la construcción de la entonces denominada Acequia Nueva o Acequia del Rey que iba “desde el arroyo que se halla cerca de un hilador de seda al recodo del campo del escrivano hasta cerca de la cueva de la Arena” (Benavente y Thomson 2006, 80). Estos documentos, incluido el pliego de condiciones de la obra, se refieren a la construcción de una acequia de la que todavía hoy se conservan restos de un largo acueducto de baja altura que se conoce en la zona como los “Arcos de Lacarra”. Este topónimo procede del cantero vizcaíno, Antonio Lacarra, a cuyo grupo de canteros vascos se adjudicó la construcción de la citada acequia unos meses después de la rotura de la presa. 

Vista general de los Arcos de Lacarra, o acueducto sobre el que debía discurrir la Acequia Nueva o del Rey que partía de la presa

Estos trabajos continuaron al menos hasta la primavera de 1793 cuando se realizó el encargo de una partida de pólvora a la Real Fábrica de Villafeliche para acelerar las obras de construcción de la acequia. Sin embargo, la devolución de parte de esta pólvora en mayo de ese año indica probablemente la paralización y abandono definitivo del proyecto (Ceamanos y Mateos, 2005, 97). Posiblemente, los problemas financieros para sufragar los enormes gastos de reparación de la presa y construcción de la nueva acequia, así como la crisis financiera estatal iniciada en 1789 contribuyeron a que el Infante Antonio Pascual diera por finalizado el proyecto en 1793 reclamando posteriormente mediante pleitos a Calanda la liquidación final de los dineros invertidos en la obra (Allanegui 1988, 192).

Uno de los aliviaderos de la presa conservado en la margen izquierda. Obsérvese el gran tamaño de los sillares.


Un patrimonio hidráulico a conservar

En la actualidad los restos de esta imponente obra son todavía claramente visibles, especialmente cuando el Pantano de Calanda se encuentra con baja capacidad de embalse. Las distintas ruinas de la gigantesca obra se esparcen a lo largo de casi dos kilómetros en un bello, solitario y silencioso paraje surcado por el río Guadalope en el que prosperan cabras salvajes, aves rapaces y peces (y también, dicho sea de paso, el mejillón cebra). Destacan en el paisaje los monumentales estribos de la presa, sobre todo el de la margen izquierda de más de cinco metros de altura con paramento escalonado agua abajo, junto al que se conserva completo uno de los aliviaderos de vertido en lámina libre de unos 3,5 metros de anchura así como la enorme casa de compuertas de la que partía la acequia en dirección a Calanda.



Docenas de enormes sillares amontonados a unos 500 metros aguas arriba de las ruinas de la presa

Otra agrupación de grandes sillares abandonados, en este caso en la margen derecha del río Guadalope

Aguas arriba de la presa encontraremos, en ambas márgenes del rio, centenares de sillares de caliza perfectamente tallados y de enormes dimensiones que no llegaron a utilizarse, así como los restos de otra acequia de menor tamaño que discurre por la margen izquierda del río y que podría tener relación con algún azud anterior del que no parecen conservarse restos. 

Restos de un gran muro de contención a aproximadamente 1 km aguas arriba de la presa

Antigua mina cegada y roca tallada para el paso de una pequeña acequia

Originalmente la obra proyectada por el arquitecto Juan de Villanueva era una presa de planta curva de unos 100 metros de longitud con el paramento aguas arriba vertical y escalonado aguas abajo. El interior de la obra era de cal y canto de excelente calidad revestido con sillares de caliza de buena talla y de gran tamaño (Hereza y otros 2000, 493).

Detalle de acuarela de una presa diseñada por Juan de Villanueva depositada en la Biblioteca Nacional (dib/15/86/24).  En nuestra opinión es  la presa construida en el término de La Ginebrosa

En la Biblioteca Nacional de España existe una acuarela de Juan Villanueva catalogada como “Plan topográfico de una presa” (dib/15/86/24), posiblemente inédita o al menos no identificada, que en mi opinión, y diría que con toda seguridad, pertenece a la presa de La Ginebrosa.  

Firma manuscrita de la acuarela anterior que aparece en su ángulo inferior derecho

En definitiva, los restos del monumental conjunto hidráulico proyectado por Juan de Villanueva a finales del siglo XVIII en los términos de la Ginebrosa y Calanda constituye un ejemplo más del interés por el desarrollo económico y agrícola de nuestra tierra pero también del fracaso de determinadas obras de carácter público que, por distintos motivos, se abandonaron para siempre tras haber realizado en ellas cuantiosas inversiones. A pesar de todo, la imponente presencia de esta presa, como un monumento en ruinas en un solitario paraje de espectacular riqueza natural, nos recuerda el carácter efímero de grandes proyectos mal diseñados (en este caso sin valorar suficientemente las tremendas avenidas periódicas del río Bergantes) o ideados por gobernantes que no supieron calcular los costes y los riesgos de llevar adelante, sin los suficientes recursos, este tipo de grandes obras públicas, finalmente inútiles.

BIBLIOGRAFIA
Allanegui, V. 1921: Apuntes históricos sobre la historia de Calanda, reed. 1998. IET, Teruel.
AHPA, 1788: Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz, Protocolo 227, Calanda.
Anónimo, 1882: Itinerarios del Ebro y de todos sus afluentes, 551.
Benavente, J.A, y Thomson, Mª T. 2006: Avance al estudio de la historia del los regadíos en el Bajo Aragón. Fuentes arqueológicas y documentales. Boletin del ICBA, nº 3, Zaragoza, 80-83.
Benavente, J.A. y Puche, J. 2008: Obras hidráulicas del Bajo Aragón. Colección Losa Mora, 3, Zaragoza, 66-67.
Ceamanos, R. y Mateos, J.A. 2005: Calanda en la Edad Moderna y Contemporánea. I.E.T., Teruel, 94-97.
Hereza J.I., Arenillas, M., Díaz-Guerra, C y Cortés, R. 2000: “Juan de Villanueva en Teruel: el sistema hidráulico de La Ginebrosa”, Actas del Tercer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Sevilla, 493-500.
Ponz, A. 1788: Viage de España o cartas en que se dan noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella.Tomo decimoquinto, carta quinta, Madrid, 214-216.
Vidiella, S. 1997. Contribución al Catálogo de Comendadores de Alcañiz. Orden de Calatrava. CESBA, Alcañiz, 243-250.

miércoles, 11 de abril de 2012

LAS SIETE PUERTAS DE LA VILLA MEDIEVAL DE ALCAÑIZ

En 1506 el célebre humanista alcañizano Juan Sobrarias pronunció, en latín, un discurso sobre las “Alabanzas de Alcañiz” ante el Concejo de su villa natal. Aunque se trata de una obra fundamentalmente literaria, muy influida por la oratoria clásica, Sobrarias aportó algunos datos de interés sobre la entonces villa bajomedieval. Entre ellos nos interesa destacar ahora la mención a la existencia en las murallas de Alcañiz, como en la antigua ciudad de Tebas, de siete puertas que permitían el acceso a su núcleo urbano (Sobrarias 1506, reed. 2000, 47). Pero, ¿realmente existieron esas puertas?, ¿dónde estaban?, ¿cómo se llamaban?, ¿se conservan restos o documentos que permitan ubicarlas con seguridad? Intentaremos responder a esas preguntas en las próximas líneas.

Vista septentrional de Alcañiz, según un grabado de Palomino publicado en 1779

En los últimos años se han publicado varios trabajos sobre la villa medieval de Alcañiz y su evolución urbana que aportan en este aspecto concreto numerosos datos aunque no todos ellos son siempre coincidentes ni ofrecen el mismo valor documental. Mencionaremos los trabajos de Carlos Laliena (Laliena 1987), Luis Angel Moreno (Moreno 1982), Miguel Ángel Laguéns (Laguens 1995), Ramón Betrán (Betrán 2005) y Juan José Barragán (2009-2010).

La distinta información que aportan estos estudios, junto con los datos de otras obras publicadas o inéditas de historiadores locales y la observación detallada de antiguos planos y grabados de Alcañiz, permiten precisar con bastante seguridad la ubicación de estas antiguas puertas. No obstante, antes de comenzar la descripción de los siete portales que mencionó Juan Sobrarias habrá que recordar que nos encontramos en los inicios del siglo XVI, concretamente en 1506, es decir, en un momento anterior a la construcción de los grandes conventos cuya fundación supuso, con sus grandes huertos rodeados de altas tapias, la mayor ampliación urbana extramuros de Alcañiz en la Edad moderna: Franciscanos en el arrabal (1524); Dominicas junto al río Guadalope (1593); Carmelitas en la zona este del núcleo urbano (1604) y Capuchinos, al otro lado del río Guadalope, sobre un pequeño cerro (1612).

Detalle del grabado anterior en el que se aprecian con claridad las puertas del Puente Viejo y del Molino Mayor harinero así como la muralla con torreones y almenas

La primera de las puertas bien documentada es la del Puente viejo que aparece claramente reflejada como un portal con arco de medio punto y almenado en el famoso grabado de Palomino publicado en 1779 cuando todavía el recinto amurallado medieval de Alcañiz se encontraba bien conservado. Como se puede observar en dicho grabado, el portal se situaba al final del puente viejo destacando a su derecha la capilla del Pilar edificada en 1736. El historiador alcañizano M. Ardid menciona que los vecinos de la calle Mayor solicitaron permiso al Concejo para construir dicha capilla y trasladar a ella “la imagen (de la Virgen del Pilar) que se venera de presente sobre la puerta principal de dicho puente que hace entrada a la ciudad” (Ardid, 1852, 178).

Vista actual del Puente viejo en cuyo extremo se situaba una de las puertas de la muralla

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj encontramos la segunda puerta también claramente reflejada en este mismo grabado. Parece tratarse, como en el caso anterior, de un portal con arco de medio punto y almenado que se sitúa próximo al molino mayor harinero. De hecho, P.J. Zapater ya lo menciona en 1704 como “Portal del molino mayor harinero” en su obra, todavía inédita, “La Thesorera”. Junto a este portal se inauguraron las obras del convento de San Gregorio en 1592. Todo parece indicar, por tanto, que se encontraba en el tramo final de la actual Ronda de Belchite, junto al antiguo convento de las Dominicas.

Vista actual de la zona donde debió ubicarse el Portal del Molino mayor harinero

El tercero de los portales, del que no sabemos su nombre, debió situarse en la confluencia de las calles Mazaleón y Salinas con  la Ronda de Belchite. Es probable que en esta zona existiera un portal que formara parte del recinto amurallado de la villa del siglo XIII situándose en su ángulo noroeste. Precisamente en este sector del núcleo urbano de Alcañiz tiene lugar un acusado desnivel del terreno que debió ser aprovechado para trazar la citada muralla aunque no sabemos si este posible portal se integró o fue construido de nuevo en la siguiente ampliación del recinto amurallado realizada entre 1365 y 1410 por mandato del rey Pedro IV como consecuencia de la guerra con Castilla (Laliena 1987, 74). La nueva muralla, con torreones a intervalos regulares, se construyó para proteger la gran expansión urbana iniciada un siglo antes mediante la edificación planificada de los barrios de Santa María (o los Almudines) y Santiago (o San Jaime). En esta misma zona de la Ronda de Belchite se conserva todavía un largo tramo de muralla de esa época y recientemente se descubrieron restos de uno de los torreones bajo el suelo del refugio antiaéreo conservado entre las calles de Sto Domingo y Tte Moore.

En la zona de confluencia de las calles de Mazaleón y Salinas se ubicó otra de las puertas de la villa medieval

La cuarta puerta se situaba en el inicio de la Subida del Teatro y aparece perfectamente reflejada en una magnífica acuarela realizada en 1847. Este portal y las murallas de sus inmediaciones fueron muy afectados por la tremenda explosión del polvorín de la primera guerra carlista ubicado en el cercano almudí el 2 de septiembre de 1840 (véase el artículo anterior en este mismo blog). Este portal se llamó de San Nicolás, y se situaba próximo al hospital del mismo nombre ubicado en la actual Plaza del Deán (Bono 1870, 135). Con toda probabilidad esta puerta formaba parte del antiguo recinto amurallado del siglo XIII que rodeaba los barrios de las iglesias románicas de San Pedro y Santiago y el entorno de la Iglesia de Sta María.

La puerta de San Nicolás en una acuarela de 1847. Archivo histórico militar

Aspecto actual de la Subida del Teatro donde se ubicó la puerta de San Nicolás

El quinto de los portales bajomedievales aparece denominado como Portal o “arco de San Antón” (Taboada 1898, 111) y se situaba en la actual Plaza de Mendizábal, en el inicio de la calle Alejandre, donde todavía se conserva una pequeña capilla con la imagen de este santo. A mediados del siglo XIX aparece todavía claramente representado en un plano de Alcañiz. Este portal enlazaba con la muralla que transcurre junto a la calle Blasco de la que se conservan restos claramente visibles en el denominado Pasaje de La Muralla y en el interior de algunas edificaciones situadas entre las calles Blasco y Pruneda.

Detalle de un plano de Alcañiz de 1846 en el que se aprecia con claridad la ubicación del Portal de San Antón. Archivo histórico militar


Aspecto actual de la Plaza Mendizábal en la zona donde se ubicó el Portal de San Antón

La sexta puerta es la única que todavía se conserva y se sitúa en el sector meridional del casco urbano de Alcañiz, en la parte baja de la ladera sureste del castillo. Se trata del Portal de Herrerías o arco del Loreto que, como muchos otros antiguos portales del Bajo Aragón, sería parcialmente modificado como portal-capilla en el siglo XVIII. No obstante, el arco del Loreto constituye todavía el mejor testimonio de los antiguos portales medievales de la ciudad conservando probablemente sus dimensiones originales, que permiten el paso de carros, y la instalación de grandes puertas que se cerraban por las noches.

El Portal de Herrerías o del Loreto es el único que todavía se conserva de los 7 portales bajomedievales de Alcañiz

La última de las puertas, según este itinerario, recibía la denominación de Portal de San Jaime y se situaba en el último de los torreones del muro de Santiago, junto al barrio Mazador. El actual torreón, que debió tener frente a él otro gemelo, formó parte de la antigua puerta de San Jaime tal como se distingue con claridad en los planos de mediados del siglo XIX. Desde allí partía el camino de “La Peña” (en referencia a la gran roca que aflora en la ladera sur del castillo) en dirección al barrio del arrabal y la conexión con el litoral mediterráneo.


Detalle de un plano de Alcañiz de 1846 en el que se aprecia con claridad el Portal de San Jaime con  dos torreones. Archivo histórico militar

Vista actual del lugar donde se ubicó el portal de San Jaime

Estas fueron, con toda probabilidad, las ubicaciones de las siete puertas de la villa medieval de Alcañiz que mencionó en 1506 Juan Sobrarias, aunque todavía quedarían por ubicar las conexiones de la villa con el barrio de San Juan o el Arrabal. Aunque este barrio ya existía desde el siglo XIII es muy probable, tal como indican varios autores y la ausencia de restos arqueológicos, que su perímetro no estuviera protegido por una muralla de piedra sino por un muro de tapial o tierra en el que, no obstante, debió existir alguna otra puerta (seguramente una, al menos, en la actual Plaza de San Francisco y de menor tamaño y monumentalidad que las anteriormente citadas).

Plano de Alcañiz de mediados del siglo XIX con la ubicación de las siete puertas mencionadas por Juan Sobrarias en 1506. Archivo histórico militar

Como colofón para este trabajo incorporamos varios planos sobre la evolución urbana de Alcañiz con la finalidad de que el lector pueda consultar y valorar las propuestas de diversos autores realizadas hasta el momento.

Alcañiz en la Baja Edad Media, según C. Laliena,1987

Alcañiz en los siglos XV-XVI, según M.A. Laguéns, 1995

Detallado plano de Alcañiz en el siglo XVI, según  R. Betrán 2005

Recintos amurallados de Alcañiz, según J.J. Barragán 2010


Bibliografía:
Ardid, M., 1852: Memorias para escribir la historia de la Ciudad de Alcañiz. Manuscrito inédito en la biblioteca de Alcañiz.
Barragán, J.J., 2009-2010: “Origen y evolución urbana de Alcañiz. De la villa medieval a la ciudad renacentista”. UNED. Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Hª del Arte, t. 22-23, Madrid, 75-101.
Betrán, R., 2005: “Planeamiento y geometría en la Ciudad Medieval Aragonesa”, Arqueología y Territorio Medieval, nº 12-2, Jaén, 75-147.
Bono, G., 1870: Miscelánea religiosa, política literaria en prosa y verso. Madrid
Laguéns, M.A., 1995: “Evolución urbana de Alcañiz”, Al-Qannis,  4-5, Alcañiz, 301-346.
Laliena, C., 1987: Sistema social, estructura agraria y organización del poder en el Bajo Aragón en la Edad media (siglos XII-XV). I.E.T., Teruel.
Moreno, L.A., 1982: “Un estudio previo para la rehabilitación integrada del Barrio de los Almudines de Alcañiz (primera parte)”. Boletín del Centro de Estudios Bajoaragoneses, nº 2-3, Alcañiz, 29-44.
Sancho, N., 1860: Descripción Histórica, Artística, detallada y circunstanciada de la Ciudad de Alcañiz y sus afueras. Alcañiz
Sobrarias, J., 1506: Discurso sobre las Alabanzas de Alcañiz. Edición Crítica de J.Mª Maestre, 2000, Instituto de Estudios Humanísticos, Alcañiz - Cádiz.
Taboada, E.J., 1898: Mesa Revuelta. Apuntes de Alcañiz. Alcañiz.
Zapater, P.J., 1704: La Thesorera rescatada y vengada de las injurias del tiempo. Manuscrito inédito, copia mecanografiada en la Biblioteca de Alcañiz.